¿Quienes eran?¿Es posible que existiera un Cuarto Rey Mago, además de los oficiales Melchor, Gaspar y Baltasar?.
Los tres Reyes Magos que no eran tres, ni eran reyes, ni tampoco estuvieron en el pesebre.
“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos” – Mateo 2:1
La Biblia hace mención de unos “magos” (en el idioma original, “μάγος,” que se usaba también para referirse a sabios), no “reyes magos”, tampoco especifica que fueran tres, no hay mención alguna de sus razas, ni siquiera de sus nombres.
Del mismo modo, tampoco estuvieron en el “nacimiento” de Jesús como se acostumbra representarles y no se encontraron con José, y mucho menos con pastores adorando al mesías.
“Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron…” – Mateo 2:11
La palabra clave es “casa.” No dice “establo.” El motivo por el cual encontraron al niño en su casa fue porque habían transcurrido por lo menos dos años después de su nacimiento.
“Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos.” – Mateo 2:17
De los cuatro evangelios incluidos en la Biblia, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, es solamente Mateo quien se refiere levemente a los Reyes Magos, sin describir su procedencia, cantidad ni nombres, es poco lo que menciona sobre los sabios de Oriente, en particular, no menciona un número específico de ellos aunque si menciona que entregaron tres regalos.
Si bien parece contradictorio que practicantes de la magia (severamente amonestada tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento) sean admitidos como adoradores del Mesías, hay que tener en cuenta que el término griego μάγος (mago), no era utilizado únicamente para referirse a los hechiceros.
Se utiliza, en este caso, para referirse a hombres sabios (así se los llama en diversas versiones de la Biblia en inglés) o, más específicamente, hombres de ciencia. De hecho, también poseían conocimiento de las Escrituras (Mateo 2:5-6). Es posible que estos magos pertenecieran a la religión zoroastra.
Mateo no deja ver que fueran astrólogos que conocieran con precisión el movimiento de alguna estrella (2:7) a pesar de ser esta la creencia general. Aunque bien intencionados, su visita es causa de turbación general y despierta la desconfianza de Herodes (2:3), pues veía al nuevo Mesías como un rival.
A pesar de ser anciano y de haber reinado ya por más de treinta años, Herodes les ruega que averigüen el sitio preciso del nacimiento del Mesías (2:8) con el fin de poder, así, acabar con su potencial competidor. Los sabios, que no sospechan eso, encuentran al Niño, lo adoran y obsequian oro, incienso y mirra (2:11).
Un ángel previene a los magos de las intenciones que Herodes guardaba (2:12), así que no regresan donde él. Iracundo, el rey manda a matar a todos los niños menores de dos años. Para entonces, José ha sido avisado en sueños (2:13) de que debe huir a Egipto con los suyos.
A partir de ese relato, se han ido elaborando numerosas leyendas sobre los hechos y la personalidad de estas tres figuras, incluyendo el presunto estatus real.
La historia y la Leyenda.
La tradición más difundida cuenta que vinieron de Oriente, en número de tres, y que iban guiándose por una estrella (celebérrimamente conocida como la estrella de Belén) que les condujo hasta Belén. Allí buscaron al Niño Jesús recién nacido y le adoraron, ofreciéndole:
- Oro (representando su naturaleza real, como presente conferido a los reyes).
- Incienso (que representa su naturaleza divina, empleado en el culto en los altares de Dios).
- y Mirra (un compuesto embalsamador para los muertos, representando el sufrimiento y muerte futura de Jesús).
Antes de llegar, encontraron al rey Herodes el Grande en la ciudad de Jerusalén, quien astutamente les conminó a que, de regreso, hablaran con él para darle noticia del sitio exacto donde se encontraba dicho niño; y, así, poder ir él también a adorarle. (En realidad, lo que quería era darle muerte, por eso ordenó la matanza de los inocentes).
La historia sigue contando cómo un ángel se apareció a los magos y les advirtió del peligro que corría Jesús si ellos obedecían el deseo de Herodes. Así pues, no volvieron por el mismo sitio. Parece ser que, sólo por el hecho de que el relato evangélico indicara que trajeron tres dones (oro, incienso y mirra), se dio por sentado que eran tres los personajes que los traían.
Otras tradiciones han señalado que eran cuatro, siete y hasta doce.
La primera vez que surge el nombre con que hoy conocemos a los Reyes Magos es en la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia).
El friso de la imagen está decorado con mosaicos de mediados del siglo VI que representan la procesión de las Vírgenes.
Esta procesión está conducida por tres personajes vestidos a la moda persa, tocados con un gorro frigio y su actitud es la de ir a ofrecer lo que llevan en las manos a la Virgen que está sentada en un trono y tiene al Niño en su rodilla izquierda. Encima de sus cabezas se pueden leer tres nombres, de derecha a izquierda: Gaspar, Melchior, Balthassar.
Que supuestamente equivalen en griego a:
“Appellicon, Amerín y Damascón”
y en hebreo a:
“Magalath, Serakin y Galgalath”.
Poco a poco la tradición ha ido añadiendo otros detalles a modo de simbología: se les ha hecho representantes de las tres razas conocidas en la antigüedad, representantes de las tres edades del hombre y representantes de los tres continentes (Asia, África y Europa).
La llegada de los Reyes Magos es un tema tratado también en los Evangelios apócrifos. Según la tradición esotérica aplicada al cristianismo, estos personajes procedían del lugar donde se encontraba el Preste Juan.
Según una leyenda, sus restos se encuentran en la Catedral de Colonia, Alemania, donde se encuentra el llamado Relicario de los Tres Reyes Magos.
Otra leyenda cuenta que, después de la resurrección de Jesús, el apóstol Tomás los halló en Saba.
Allí fueron bautizados y consagrados obispos. Después fueron martirizados en el año 70 y depositados en el mismo sarcófago. Los restos fueron llevados a Constantinopla por Santa Elena.
Posteriormente, Federico I Barbarroja, en el siglo XII, los trasladó a Colonia, donde hoy reposan con las coronas que supuestamente llevaron durante su existencia.
Miles de peregrinos empezaron a llegar a Colonia, lo que propició que en 1248 se iniciara la construcción de la catedral de Colonia, que llevaría más de 600 años terminarla.
Hoy día es uno de los monumentos góticos más impresionantes de Europa. Colonia se ha convertido junto con Roma y Santiago de Compostela en uno de los grandes centros de peregrinación.
Igualmente, existen leyendas que hablan de que había un cuarto rey mago, que nunca llegó a su destino, Artabán.
Fuente: TejSofT
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